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¿Qué sería de la vida sin música?


Por Diego Londoño
Diego@musicasomos.net

Siguiendo de cerca como periodista musical el circuito de los músicos independientes de Medellín y Colombia, de estar cerca también de los conciertos realizados en la ciudad y de las bandas que están proponiendo nuevas estéticas auditivas; veo una clara evolución con respecto al trabajo de los músicos y de la escena musical, así, otros digan que no, que todo va de cabezas.

Llego a este cuestionamiento, precisamente por la lectura de un documento sobre la vida de los afganos en la que básicamente cuentan la historia de la abolición de la música en la cultura afgana por parte de dos eruditos islámicos.

Estas manifestaciones de exclusión las hemos visto reflejadas en la historia en muchas oportunidades desde la música negra con el blues y el jazz al ser sonidos exclusivamente para la raza negra, la mismísima salsa con el recelo de los cubanos por sus composiciones y arreglos, hasta el ámbito religioso que se remonta a la época del genialísimo Mozart cuando quien reproduciera o transcribiera la obra “Miserere” utilizada en la capilla Sixtina los miércoles y viernes de la Semana Santa quedaba bajo pena de excomunión y para no irnos muy lejos, con los estigmas por el rock y las músicas urbanas en la sociedad actual.

También un referente importante dentro de la censura de la música en Suramérica es precisamente Argentina, donde la censura de la música popular y sobretodo del lunfardo que era catalogado como la jerga de los delincuentes, se evidenció como una forma más para protestar por la libertad de expresión. Con la guerra de Malvinas nació una de las etapas más oscuras de la historia argentina y a la vez, una de las más brillantes del rock nacional, debido al reflotamiento del mismo por parte de los medios de comunicación y al cierre del mercado musical, lo que creó que las producciones nacionales fueran valoradas como tal.

La Guerra de las Malvinas fue en cierta manera la que potenció lo que conocemos hoy como Rock Argentino, el grandísimo Rock Argentino que es influencia directa para muchos países latinoamericanos con respecto a la música.

Por eso no vamos de cabeza, porque hablando de Medellín y del movimiento musical que se vive en la ciudad, podemos destacar la gran producción de videoclips de bandas musicales, la consolidación de festivales independientes, el surgimiento de nuevos e interesantes géneros y también la materialización del trabajo de los músicos a través de buenas producciones discográficas. Eso no es poco.

Medellín sin duda, según los antecedentes antes mencionados, se está convirtiendo paso a paso, lentamente y aprendiendo de su propia experiencia, en una ciudad propositiva, plurigenérica y representativa en cuanto a la música, pero la censura musical en la ciudad al parecer, va por otro lado, pues ¿cómo tolerar actos de violencia contra los músicos?¿Cómo tolerar la reciente muerte de un joven rapero –Colacho- en la comuna 13, o la muerte de dos guitarristas representativos de la escena metalera de la ciudad hace unos meses – Monsa y Néstor-, o simplemente el acto bochornoso del Altavoz clasificatorio de Hip Hop cuando bajaron a un grupo a punta de botellas plásticas porque simplemente no les gusta la música?

Pensemos un poco en estas situaciones, la música no puede hacer parte de la violencia de esta ciudad. Porque, ¿Qué seria de la vida sin música?...

2 comentarios:

  1. y vendrán desde una esquina a decir: "si se calla el cantor" pero creo que, en los casos que aludes, las muertes no habrán obedecido propiamente a las canciones ni al mensaje que sus músicas llevan. Es el espejo roto en que se reflejan conflictos agudos que asoman en Medellín.

    no, no fue el rap el que mató a Colacho

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  2. la naturaleza y la vida son violentas, y es la música objeto de la vida.
    el hombre es violento, y es él quien hace música, algunas veces ni la hace, sino que en su formación como persona la puede tomar como bandera para crearse una identidad.
    Creo que es inevitable que la música y lo que la rodea sea también violenta, el arte es cambio, y como cambio debe ser violento, debe ser contestatario, y debe rechazar paradigmas y convenciones...
    Pero estoy completamente con vos en la esencia de lo que ponés, que sean la música y el arte los violentos con su contenido y sus ideas, no los hechos de los que la disfrutan, que no haya violencia donde hay música.
    En los casos en los que se puede, se debe sublimar esa violencia, es un deber del músico y del que realmente disfruta escuchándola.

    Me sorprende que no pasen más cosas en altavoz. La gente ya no culpa a los gobiernos ni siquiera, los gobiernos aprendieron a usar a los artistas como escudos humanos.

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